¡Así se vivió la sexta edición del carnaval Bahidorá!

Escrito por el febrero 24, 2018

El Carnaval Bahidorá: una reserva natural

· Sonoridades hipnóticas en un contexto sustentable reafirman el espíritu del ecléctico carnaval en su sexta edición.

· Kamasi Washsington, el gran chaman de la experiencia colectiva

· Los ritmos palpitantes de Gilles Peterson y Esa cerraron la edición 2018.

Nuevamente, el #LlamadoBahidorá, nos convocó: un festival que en cada edición confirma su identidad y reafirma su consolidación como uno de los más esperados en México. Año con año se dan cita toda una vario pinta de personajes que acuden desde diferentes destinos con la finalidad de ser parte de la experiencia de este carnaval, que conjuga los ritmos de la aldea global con la estética, la diversión, la aventura y mucha fiesta en dos días, en donde el sol brilla y se manifiesta poderosamente en la paradisiaca sede de “Las Estacas”, reserva natural ubicada en la famosa Ruta de Zapata, en Tlaltizapán, Morelos.

Los melómanos aprovechan esta nueva reunión de creadores para escuchar sonoridades recientes, mientras que otros simplemente asisten con la convicción de que gozarán un fin de semana memorable, con música que se entremezcla con su peculiar paraíso artificial. Todo esto contrasta con la mirada y la conciencia de otras alteridades urbanas, que asisten a la concentración para simplemente tirar buena vibra, manifestar su amor a la diversidad y reforzar el sentido comunitario con responsabilidad y respeto por el entorno.

Uno de los valores fundamentales de Bahidorá es la sustentabilidad. Camila López, coordinadora desde hace 3 años de Impact0, afirma que los festivales son una importante plataforma y una experiencia donde el arte y la diversión se unen para sembrar entre los asistentes la semilla que contiene la conservación y protección de nuestro entorno natural. Bahidorá representa una plataforma para que se escuche la voz de los jóvenes y se manifieste su capacidad para enfrentar temas actuales vinculados con el medio ambiente. Advirtamos que Bahidorá es un festival pionero en temas de sustentabilidad que convoca la participación de mucha gente.

Entre las acciones concretas que forman parte de Bahidorá destacan dos particularmente. En primer lugar: la energía que alimenta a los escenarios e iluminación es generada a través de biodiesel que contaminan un 78% menos que los que utilizan otro tipo de combustibles; estos son pequeños cambios que van marcando la diferencia. Por otro lado: los vasos de todas las bebidas que se venden son de maíz y se desintegran más rápido; destaca también la colocación de contenedores con separación de residuos y deposito de colillas en todas las áreas del festival. Se trata de que los asistentes vengan a disfrutar a bailar sin alterar el entorno y que se lleven un grato recuerdo de su paso por el carnaval, nos dice Camila López.

La oferta artística, en esta ocasión, contó con escenarios especiales como la Madriguera, Isla Picó, Playa Ae, y El Umbral que fue el primero en recibir a los primeros asistentes al carnaval, la noche del viernes 16 de febrero, bajo la curaduría Fania, uno de los sellos representativos de la música popular latina, que en esta ocasión presentó Kenny “Dope” González, Rich Medina, Nickodemus, sabine Blaizin y José Márquez, agrupados como la Armada Fania.

Al filo del medio día del sábado 17, cuando los poderosos rayos del sol bañaban con su calor a las decenas de cuerpos que ya bailaban en el Sonorama, escenario principal de la fiesta, bajo los ritmos afro caribeños de Hetty and Zambo se anticipaba que seriamos testigos de una frenética e intensa jornada. Los Aguas Aguas, agrupación perteneciente al movimiento Jarocho Power, que también es un sello que promueve la riqueza del son jarocho y su fusión con otras músicas, se la rifaron con un energético set musical rico en sonidos y comunicación con la audiencia, una suerte de resistencia creativa ante la situación de violencia, intolerancia y desigualdad, y a la vez una propuesta que destila buena onda, a ritmo de son, ska, cumbia y reggae.

Mención especial para la participación de Chancha Vía Circuito y Sidestepper, los primeros de Buenos Aires, Argentina, una propuesta que domina el electro folk latinoamericano; y por otro lado la presencia de Sidestepper, de Bogotá, Colombia, cultores de la fusión tropical desde finales de los 90´, bajo la dirección musical del experimentado Richard Blair, el carisma y el talento de Eka Muñoz se reafirman con la continuidad fonográfica y sus presentaciones por todo el mundo, incluyendo festivales como Coachella, Glastonbury, Roskilde y Womad, representando y abriendo puertas a la música contemporánea de su país a ritmo de “Super natural love”.

El cambio de ritmo de la jornada llegó con la representación glam-sicodélica y desenfadada del californiano Ariel Pink, quien logró mantener a la audiencia conectada a lo largo de su toda su presentación. Más tarde, una narcótica y seductora línea de bajo, seguida por un trepidante ritmo de batería, marcaron el preámbulo para adentrase en los imaginarios retro futuristas de la electrónica orgánica, a través del dueto británico Mount Kimbie, integrado por Dominic Maker y Kai Campos; una presentación de su más reciente trabajo discográfico Love what survive (2017), que incluye colaboraciones con Micachu, King krule y James Blake. La presencia de los creadores del llamado post-dubstep fue una de las gratas sorpresas del carnaval.

Por los altavoces del escenario principal se escuchaban algunos temas de jazz, como para anunciar la llegada de uno de los actos estelares de noche, mientras que en el escenario, el staff y algunos músicos preparaban los últimos detalles del back line. El movimiento de los asistentes rumbo al Sonorma fue notoria y entre el murmullo se escuchaba la interrogante “¿quién va a tocar o que sigue?”, mientras los olores más diversos no lograban ocultar el intenso aroma a marihuana; otros, buscando refrescarse, formaron una larga fila para recargar saldo a favor en sus pulseras y con el noble propósito de seguir bebiendo a ritmo sincopado.

Poco después de las 20:30 todo está en su punto para recibir a Kamasi Washington y su selección resto del mundo, integrada por talentosos músicos que reflejaban su emoción de ser el epicentro de las miradas de un público atento a lo que estaba a punto de iniciar, desde un escenario soberbiamente iluminado y enfocando al músico norteamericano, que empuñando su saxofón dorado y ataviado con una túnica negra con bordados azules y sus inseparables anillos en las dos manos, en esta ocasión lucia un detalle especial: un collar huichol que acentuaba su figura de chaman eléctrico a punto de oficiar una ceremonia cósmica para la comunidad Bahidorá. Se apagan las luces y se escucha.. “¿Qué pasó? Mi nombre es Kamasi Washington, thank you..” para dar paso a una intro de corte militar, ejecutada por el baterista Ronald Bruner Jr., que marcó el inicio de uno de los conciertos más emotivos. Paulatinamente, el resto de los instrumentistas se fueron incorporando para dar paso a una selección que incluyó temas de su álbum Epic y su más reciente EP Truth, versiones largas para un set de una hora y diez minutos de duración. La comunión con la audiencia fue inmediata, incluso para todos aquellos que no tenían referencia del potente saxofonista oriundo de Los Ángeles, California, y que se presentaba por primera vez en México. Kamasi, visiblemente emocionado, al igual que el resto de sus integrantes, intercambiaban miradas y sonrisas. Igmar Thomas y sus serpenteantes solos de trompeta, que no dejaron oportunidad para siquiera parpadear; Patrice Quinn y sus oportunas intervenciones vocales, levantando constantemente los brazos y mirando al cielo, celebrando un acontecimiento donde el free jazz hizo comunión con el soul, el funk, el góspel, pinceladas de música brasileña, el hip hop citadino y, sobre todo, el orgullo de la raíz africana.

Los conciertos en vivo de Kamasi Washington suelen ser una verdadera bomba de sonoridades y emociones compartidas donde la omnipresencia de Coltrane y otros genios en la historia del jazz son venerados en cada una de sus presentaciones en medio de un sentimiento colectivo de unidad, conexión que hoy día muy pocos músicos logran con las audiencias.

En fin, Bahidorá 2018 reafirmó la dimensión de una propuesta donde la música y la fiesta que genera alrededor nos convoca a esa noble misión que ninguno debemos dejar de lado: preservar nuestro entorno. Sólo así la fiesta podrá continuar.

 

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Texto: Paco López 

Fotografías: Erik Esparza


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