CHICUAROTES. El mexicano como es.

Escrito por el julio 7, 2019

“Chicuarote” es la palabra que se usa como gentilicio para referirse a los habitantes de San Gregorio Atlapulco, una comunidad ubicada en la alcaldía de Xochimilco en la CDMX, pero también puede utilizarse como sinónimo de terquedad y un mote no oficial específico de la zona.

Después de ver la entrevista en donde Gael García declara que su película Chicuarotes, es prima lejana de Los Olvidados de Luis Buñuel, mi ceño se frunció nada más de acordarme de Déficit (2007), su primer largometraje dirigido. Me pareció, en su momento, un comentario desatinado, aunque siempre he aplaudido la seguridad del que es, uno de nuestros mexicanos favoritos involucrados con la mera crema del cine internacional. Bueno al menos mío.

“Cagalera” y “Moloteco” son dos jóvenes que trabajan en el transporte público haciendo rutinas de Payaso. En su intento, notarán que asaltar a los pasajeros después de cada sesión les deja más dinero que haciéndolo de buena manera. Un amigo les cuenta que con 20 mil pesos podrían comprar un aplaza en la CFE, puesto en el que no se les obliga a trabajar, lo que parece una solución inmejorable para los jóvenes. En la búsqueda de esa cantidad, ambos se verán implicados en un sin fin de atracos y equivocaciones desafortunadas.

Y la verdad es que Chicuarotes, con Ch de Charolastra, de Chidés y de Chulada, me amasó el cuero y el corazón de tanto estira y afloja de tripas y gestos faciales.

La segunda película de Gael es uno de los mejores retratos cinematográficos de la clase más desfavorecida de la CDMX que ha sido llevada a la pantalla grande, y también una de las mejor dirigidas.

La palabra, la promesa, el juramento, el honor. Eso que parece ya no existir en un país en donde la traición y el joder se ejerce como prioridad, aquí es sinónimo de carnalismo, de complicidad, de trato. A pesar de que la historia, en un par de veces recae en el lugar común y en los diálogos increíbles (por malos, y el papel de Enoc Leaño ni se diga), representa un ciclo que irremediablemente se repite, una realidad que existe con pesar, así, tan ridícula y tan cruel; tan tristemente cómica.

Cagalera, personaje magníficamente representado por Benny Emmanuel (De La Infancia, 2010), es el mexicano harto. El que desea sobresalir y mejorar su calidad de vida no importando la forma. En ese camino involucra a la gente que más quiere, Moloteco (Gabriel Carbajal) su mejor amigo, su familia y la chica que le gusta (Leidi Gutiérrez). Empachado de lo ilegal pero nunca infiel a su perfil, ese puesto automático que nos da la vida social y económica desde antes de nacer, Cagalera se aventura motivado por el dinero a cambiar su rumbo, guiado por ese maldito papel con olor a tinta y desgracia, a desigualdad y necesidad.

El lugar, Xochimilco. Uno de los pocos lugares en donde la comunidad y el misterio aún andan de la mano entre tantísimo concreto, además; San Gregorio, uno de los lugares más afectados por el terremoto del 19S en 2017.

Acá interfieren los intereses de unos cuántos contra la saciedad de justicia de una sociedad cansada de delitos o malos entendidos, aquella que tiene los suficientes argumentos para enfrentar los males con machete, cuete o piedra en mano y contra quien resulte responsable. La justicia del pueblo contra él mismo, cansado de la falta de garantías de seguridad y de una vida mejor, de un trabajo estable que justamente desestabiliza las emociones y las ganas, a falta de dignidad en el andar de los que menos tienen.

El ajolote, una especie endémica a punto de transformarse. La luz de los cerillos gringos, esa motivación que se apaga después de tres intentos. La palabra que se rompe cuando la mentira está de por medio.

Si bien algunos “críticos” deseaban ver más, pero aún no distinguen la diferencia entre el SME y la CFE, pues seguro en su necesidad de mirar historias “nuevas”, recae el miedo disfrazado del “ya lo vimos infinidad de veces”, a la ñoñez de las anécdotas del godín o la clase privilegiada con sus narrativas banales y absurdas, de la papilla digerible o del miedo a aceptarnos como los mexicanos que seguimos siendo. En México, nunca será suficiente hablar de ciertos temas, cuando los mismos ahuyentan a los más pobres de mente y hambre, justamente de reflexión y crítica. Si me permiten, Chicuarotes será una de las películas más nominadas en el Ariel del 20. De mí se acuerdan.

Por Carlos Rodríguez

CHICUAROTES / Dir. Gael García Bernal / México 2019 / 96 min. / Ficción / La corriente del golfo


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